lunes, 5 de febrero de 2018

LAS LLAVES

Os voy a contar una historia particular, como cualquier otra, como hay muchas. Seguro que no os suena a nuevo porque, en el fondo, es una historia de pequeñas ambiciones humanas en la que alguno o varios de los protagonistas quiso imponer su propia ambición y visión del mundo, olvidando que no somos más que seres diminutos como un grano de arena.

Esta es la historia de un grupo de chicas jóvenes, ambicionas, e ilusionadas.  Sobretodo ilusión, el ingrediente mágico. Ignoro la medida de la ilusión de cada una de ellas, salvo la de una, la de quien contará esté pequeño grano de arena en un Mundo siempre cambiante y en movimiento; pero, grande como una montaña para quienes formaron parte de ese viaje, que ya nació con intuida fecha de caducidad (aunque en ese momento no lo supiéramos), porque es lo que ocurre cuando se unen ambiciones e intereses divergentes de cada una de los componentes del grupo, que el azar vino a unir durante un tiempo.

Después de una más que sobrada formación, en una época de nuestra Historia reciente, (y tan lejana  a la vez), en que todo parecía posible si te esforzabas, trabajabas y tenías cierto talento. No importaba los orígenes de cada una de nosotras, de qué familia provenía, si era más o menos acomodada, o trabajadora dependiendo de un sueldo. O, en qué ambiente había crecido: un hogar en armonía, desestructurado, envuelta y protegida o teniendo que luchar en mil batallas que no le deberían haber correspondido.

En ese momento, cuando tres jóvenes deciden montar su propio despacho de abogados, todas habías llegado al ilusorio mismo escalafón por formación, educación y titulación. Ilusorio porque cada una de nosotras, ese pequeño grano de arena que somos, es un mundo en pequeño para cada persona; y cada una de nosotras venía con su mochila de lo que quería, lo que pretendía y cómo conseguirlo. Normal, es la naturaleza humana. Pero, nos unía un proyecto de vida en común. Profesional, sí, pero de vida, porque no hay otro modo de entenderlo para que la criatura nazca, crezca, se desarrolle fuerte, y acabe caminando sola. Un proyecto vital.

Un proyecto vital común, dentro de cada uno de nuestros particulares universos.

Un proyecto que nació marcado por su finitud debido a esa misma confluencia enriquecedora. Tal vez podría definirlo como el lado oscuro que todos llevamos. Esa divergencia en la dirección que debía tomar vino de la mano de las diferentes ambiciones e intereses personales  de varios de sus componentes.  En ocasiones por acción; en muchas, por omisión.

¿Dónde estuvo ese inicio del final?. En la entrada de una cuarta persona. Éramos tres, número mágico. Y, quien sabe si en un universo paralelos seguimos siendo, porque las que se callaron o admitieron a la cuarta persona tuvieron una posición más activa, y por encima de la pequeñez de cada una en favor del todo.

Tal vez debió ser así.

Desde el principio fui la voz discordante. Así me sentí, y me hicieron sentir. No me duele decirlo. Ya no. Ya pasó esa eternidad de tiempo humano. Aunque, tal vez duela que lo diga. Quién sabe.

Puede que esos mismos intereses y en devenir interior por caminos tan dispares de cada una de nosotras haya hecho que se comparta esta visión. Eso estaría bien, sería comprensible, más que aceptable.

Lo que no acepté, no acepto ni aceptaré nunca, es lo que percibía. Un “en el fondo estoy de acuerdo contigo, pero no digo nada porque no me interesa, no me conviene, no es mi guerra y estoy más ocupada en otras cosas”, o “estoy de acuerdo, pero quémate tú”.

Pasar del 3 al 4 fue la célula cancerígena que entró para, poco a poco, crecer, acabando por disponer 1 sobre 3.

Años después, me tocó a mí entrar en mi travesía del desierto particular, que me llevó a la difícil y dolorosa decisión del “hasta aquí he legado”.

Como todo en esta vida,-en el trozo que nos toca estar-, todo depende cómo se trate, como se haga, cómo se enfoque.

En mi caso, lo peor después de todos los años de bregar con las dificultades que nos encontramos, de nervios, de muchas horas pasadas en esas cuatro paredes, lo peor no fue decir adiós. Sino que me abrieran la puerta. Y, quien consideraba más cercana a mí, me pidió la entrega de las llaves, no fuera que entrada a robar los secretos del Vaticano o de Ford Knox.

Tenía claro que había roto la baraja. Que me había levantado de la mesa de juego y que la partida, más pronto que tarde acabaría con cada jugadora tomando su propio y autentico rumbo. El que ya estaba dibujado en el tapete de la mesa y que ninguna de ellas, hasta ese momento, admitía, al menos en público. Y, así fue.

Todo tiene un tiempo y un momento. Ese momento puede ser de 1 año, 10 años, o todo lo que nos lleve la vida en este mundo.

Una espinita quedó clavada, para mayor sorpresa y despiste mío. A la más cercana a mí de las otras 3 le hice o dije algo, que aún hoy en que escribo estas líneas, desconozco, y que me hacía aparecer a sus ojos poco menos que apestada, o persona non grata.

No, no trato de cerrar ningún circulo. Está cerrado. ¿O no?. Lo curioso es que sí lo pensara la persona  a la que no sé qué hice si es que hice algo que la molestara hasta tal punto. Ni el día en que, años después la visité.

Ilusa intención la mía. Mi corazón fue a escuchar ese motivo, razón suya o lo que fuera. Sin más pretensiones que saludar. Ni así.

Bien, a nadie se puede obligar a que diga o haga algo que no quiere. Habló de todo menos de lo que fuera que hice, que no sé lo que hice. Pero, seguía transmitiendo el rechazo de años atrás.
Más o menos he ido siguiendo sus avatares, en la medida en que he podido y se han comunicado. Y, lo que puedo decir en positivo, es que desde el momento en que me fui, en que rompí la baraja, aquello pareció más el efecto dominó que hacía falta, tal vez.

farewell my freinds!.

PS: Lo hasta aquí descrito, es mi opinión, mejor o peor expresada, de una etapa vivida.  No pretendo en modo alguno molestar a nadie. Bueno, a parte del hecho que ya molesté haciendo

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