lunes, 19 de febrero de 2018

ISABEL Y FERNANDO, CADA UNO EN SU CABALLO


Soy fan de Axterix y Obelix, y esa irreductible aldea gala creada por Uderzo y Goscinny, no solo por su ingenio, sino por la más que segura y obligada labor de estudio y búsqueda de datos para situar a los personajes en un contexto histórico concreto y real.

Este artículo no prende ser ninguna clase en miniatura de Historia. Pero, después de leer, escuchar y oír muchos rebuznos, vengo yo y digo la mía. La sangre que me hierve la he intentado calmar pasándola por el filtro del cerebro, y no solo por el hígado, que ya va muy cargadito.

Pues bien, la conocida frase de “Isabel y Fernando, tanto monta, monta tanto”, siempre la entendí como la plasmación de una igualdad en la toma de decisiones. Una igualdad en su reinado, donde la reina no era solo,  por ser mujer,  que la consorte destinada a tener descendencia para que continuara la dinastía,  (no se vosotros cómo la entendéis).

Por cierto, ya que menciono el tema de la descendencia, y que recayera sobre las espaldas de la mujer si el terreno resultaba estéril, abro un breve paréntesis sobre el tema, ya que no siempre el que no hubiera descendencia era consecuencia de su “parte”. Seguro que os viene a la memoria algún real nombre que otro sin salir de la Península Ibérica. Pero ese es otro tema.

A lo que voy!. Y, ya que digo Península Ibérica, y para cepillarme unos cuantos siglos de Historia antes de, por ejemplo, el año del Señor de 1492, habían habitado estos lares los Íberos, los celtas. Se pasaron y dejaron su huella los fenicios, los griegos, los cartagineses, los romanos, para dar paso a los godos y visigodos. Sin olvidar las incursiones de los vikingos, intrépidos ello, subiendo por el Guadalquivir (al-wādi al-kabīr, «el río grande»).

Si no erro, es en esta época, la de los visigodos, cuando se inicia por el Islam su expansión desde la península arábiga al suroeste de Asia y Oceanía, norte de África, y gran parte de la  Península Ibérica, incluyendo partes del Imperio bizantino.

¿A dónde quiero ir a parar con tantas idas y venidas de gente?. Pues, a  lo evidente. Pueblos y civilizaciones han existido siempre. Los imperios, en esta época histórica, se formaban a base de guerras y ganar territorio para el caudillo o rey de turno.

Volvamos a la península y a la rapidísima entrada del ya poderoso Imperio musulmán. Rápida porque no existía ningún reino grande y unificado que ocupara toda Iberia ( las tres provincias que formaban la Hispania romana). A los sumo, pequeñas zonas dispersas, ocupadas en guerrear entre sí. Según los historiadores corría el año 711.

Y entre el año 711 hasta el 1492 pasan unos cuantos siglos, ¿verdad?. ¿Por qué estuvieron tantos siglos dejando una impronta incuestionable?. A parte de estar mucho más avanzados en el arte de la guerra, de la medicina, de la astrología, y de todas las artes y ciencias de la ápoca.

La única parte que no pisaron (no digo ni para bien ni para mal, sencillamente es así), fue la zona norte peninsular, léase Marca Hispánica auspiciada por Carlomagno, (autoproclamado Emperador), siendo sus guardianes los habitantes de la zona. Todos ya muy cristianos.

Pasan los años, pasan los siglos, y en la cordillera cántabra un pequeño embrión va tomando forma de Reino; y por la zona montañosa los vascos se hacen inexpugnables, al igual que Navarra. Y guerrita por aquí, escaramuza por allá entre los propios reinos cristianos para expandir sus tierras y adherirlas a su Condado o Corona, para de vez en cuando se enfrentaban al poderoso ejército musulmán.

Para éste también pasa el tiempo, y después de 700 años, Damasco quedaba muy lejos, y también querían su trocito de tarta. Ya tenemos los reinos de Taifas.

Al tiempo, los acuerdos y pactos temporales seguían según conviniera, y como los señores feudales eran los amos de la tierra y de todo y todos lo que en ella hubiera, ampliaban sus territorios a base de alianzas, en la mayoría de ocasiones selladas por matrimonios.

Para no aburrir con un largo listado de reyes y condes, nos plantamos con la ya real, consolidada y fuerte Corona Catalana-Aragonesa, o Aragonesa- Catalana, que me da igual.

Su peculiaridad: el rey debía jurar lealtad a las instituciones propias de cada reino. Esto es, por separado en Aragón, Cataluña, y hasta Sicilia.

En una suerte de modernidad del alto medievo, la unión de los dos territorios lo fue al estilo federal o confederal.

En este punto me voy a atrever con otra cuestión: que si reino, que si condado, que si rey, que si conde.

Con un simple vistazo a la historia (aconsejable que con espíritu crítico y mente abierta), el hecho de que el señor feudal más fuerte fuera coronado rey (o aupado al trono, como prefieras), y con ello pasaba a convertirse de Conde a Rey, y su condado en reino, no hacía falta más que el Papa o un obispo te coronaran, haciéndose así su voluntad.

Volvamos al norte, dónde los señores-vasallos de los francos se habían independizado, formado y fortalecido un Condado. Su expansión, lógica y natural fue por el mediterráneo. El Condado de Cataluña, que a los albores del siglo IX y X, ya tiene carta de naturaleza “propia”, no pasó nunca a ser reino. Esto es, cambiar lo de condado por la palabra reino, porque así lo decidieron sus dirigentes, si bien, parece ser, que en algún momento estudiaron el tema.

La vanidad de ser llamado Rey de un Reino, en vez de Conde de un Condado, no nos puede hacer perder de vista que igual o más poderoso podría ser. En el nombre no radicaba su fuerza.

Mientras tanto, por la parte oeste peninsular, el pequeño reino de castilla había crecido (conquistas, anexiones, alianzas matrimoniales, etc).

Y llegamos al punto que os quería contar, y de ahí el título de este artículo. Salvo el Reino de Granada y Navarra, (uno musulmán y otro cristiano), los dos grandes eran los formados por Castilla, por un lado, y Aragón y Cataluña por el otro. De aquí a una alianza matrimonial hay un paso.

No estoy muy segura si Fernando II de la Corona Catalano-Aragonesa, vino un poco de rebote al trono. Pero, lo cierto es que Isabel I no estaba destinada a reinar ni de inicio, ni en medio. Pero, tantas muertes por el medio y alguna que otra conspiración palaciega, al final la auparon al trono castellano.
Y todo esta filípica para concluir que en Castilla, mandaba Isabel, y en sus guerras; y en Catalunya y en Aragón mandaba Fernando. Cada uno en su caballo.

La Historia continua: pero para la formación de los modernos Estados allá por finales del siglo XVIII principios del XIX, (por ejemplo, Italia nace como tal en, 1830), tendrá que pasar primero la época feudal, su fin, por la trasformación al absolutismo, al despotismo ilustrado, el Imperialismo, y unas cuantas guerras más.

Pero no nos adelantemos tanto. Antes, nacerá el llamado Imperio de los Reinos de España, junto con el inglés, el francés, la alemana, y a la chita callando, el belga. Aunque esa es, también, otra historia.
Para ilustrar dónde estaba situado cada cual allá por el Siglo XV, os dejo unos mapitas. Ay!,perdón. Siempre me olvido de Portugal.

Después de todo, que cada cual saque sus propias conclusiones sobre el término "Re-conquista".





PS: Desconozco los autores de los mapas, pero nada me alegraría más que poder mencionar su autoría, previa a su consentimiento, por supuesto.




miércoles, 14 de febrero de 2018

CUANDO LA PAREJA ES 1


Ella había quedado con una vidente, una tarotista. A pesar de su mentalidad racionalista, se encontrada perdida en sí misma, liada y aturdida. En uno de esos momentos de debilidad que se cogía a lo que sea para salir de esa niebla espesa que nublaba su cerebro.

Fue recomendada. Le habían dicho que era buena, no de aquellas charlatanas, estafadoras, que no te dice lo que quieres oír para sacarte, con gusto, el dinero.

El día y la hora de la cita estaba allí, puntual,  delante de la puerta de la tarotista-vidente. Levantó la mano, apuntó con su dedo al piso del interfono. Bajó la mano. “¿Pero, qué estoy haciendo aquí?, ¿me voy a gastar un dinero en media hora, tal vez una hora,  que me cuesta mucho ganar para que me digan cuatro tonterías?. Volvió a levantar la mano y tocó el timbre.

Subió las escaleras, llamó a la puerta. Y una señora, vestida con bata de estar por casa, no mucho mayor que ella le abrió la puerta. Se presentaron casi con frialdad; desde luego con cierto escepticismo por parte de la chica. Y, notó que la tarotista percibió ese escepticismo inicial. No era nueva en el oficio.

A su vez la tarotista pensó:” Bueno, ya veremos dentro de un rato.”

Era un piso particular (como siempre, supuso la chica). Un dinerito extra no va mal!.
La hizo pasar a una sala donde le explicó que era allí donde hacia sus sesiones. La mantenía con una vibración y armonía adecuada. No en vano pasaba mucha gente con energía negativas que debían ser limpiadas para mantener su buena “visión”.

Empezaron a hablar. Al principio preguntas sin ningún trasfondo místico-esotérico pensó. De dónde era, a qué se dedicaba, bla, bla bla….

Se equivocaba. Estaba estudiándola, poco apoco, para saber a quién tenía delante, cuál era su punto débil, que le preocupaba en el fondo. Con todas las respuestas de la chica, y con todas las preguntas que la vidente le iba haciendo a medida que trascurrían los minutos de la sesión, la tarotista iba tejiendo sus respuestas.

Pasaban los minutos y el elixir que tanto anhelaba beber no aparecía. ¿Por qué repuñetas vengo a que me digan lo que ya se, o consejos manidos que podría leer en cualquier revistucha?. Ya conozco mi pasado, por eso es pasado. Ella misma no se consideraba una chica, una persona, atolondrada y con más pájaros en la cabeza que neuronas. “Somos así”- pensó- necesitamos que nos digan lo que ya sabemos”.

Pero, en un momento de esos de tú me dices - yo te digo, y voy hilando cual tejedera para que te quedes empapada en esa sustancia viscosa de la red, ocurrió algo. Le preguntó:” tienes pareja”. Ella respondió muy segura y firme”: Si, claro, tengo pareja”.

Y la vidente- tarotista en bata de estar por casa le contestó: “pues las cartas dice que estás sola. No veo ninguna pareja”.

El mundo se hundió bajo sus pies. No era posible, llevaba con esa persona bastante tiempo,. Años.  Pero, en el microsegundo después del hundimiento del Titánic se dio cuenta que eso era lo que había venido a buscar.

- “Mira” - continuó la tarotista, que ya había encontrado por puro arte de dominar la psicología más básica y elemental de los sentimientos humanos la clave de bóveda- “Puede que vivas con otra persona, pero no en pareja. Una pareja son 2. Y aquí solo hay 1. Y ese 1 eres tú. Una persona no puede llevar toda la carga de 2, de lo que es una pareja. Una persona no puede amar por dos. Estás en un engaño”.

Acabada la sesión tarótico-psicológica, y la vidente, ahora sí, la despidió con dos besos, Tal debía ser la cara de descoloque de la chica.

Bajó a la calle. Esperó el autobús. Durante el trayecto devuelta a casa, decidió bajarse en una parada que estaba más de 5 km de casa. ¿De qué casa?. Necesitaba caminar.

Casi como una autómata paseo por todas las calles y callejuelas que le llevaban a casa. No sabe cuántas horas estuvo deambulando, dándole en la cara el aire frio de la noche que tanto agradecía. Le habían dicho lo que hacía tiempo, demasiado tiempo, tal vez años, intuía: era ella sola la que mantenía en pie una pareja. Cuántas indirectas de amigos y conocidos le venían a la memoria. Sus pies parecían no posar el suelo. Ese mundo que creía haber construido se había desmoronado como un castillo de naipes con un simple soplo.

¡Cómo había podido ser tan idiota!, ¿Cómo se había dejado manipular de esa manera? Por amor. Por un amor malentendido, irreal, inexistente (tal vez solo el primer año, tal vez hasta el segundo).
Llevaba tiempo que el jarrón se había roto y por mucho que lo recompuso con loctite, las grietas estaban, y nunca más vuelve a ser el miso jarrón. Lo sabía, pero cuando lo conoció era la primera vez en años que sitió que encontraba la estabilidad. Le habíandado migajas de cariño de vezen cuando.
Lo sabía, y aún así  lo había hecho durar años incensarios y perdidos de su vida. Pensó en ese momento.

Cuando llego a casa ya lo había decido: era el día del punto final. Doloroso. Pero, más doloroso y perjudicial para sí misma era seguir en una relación en la que solo existía para ella.

Años más tarde, se dio cuenta que tampoco había perdido parte de su vida. Había aprendido una lección necesaria. Ella necesitaba esa lección, Y la vida se la dio. Se dio cuenta que se había hecho fuerte, había dejado muchos de sus fantasmas atrás. Y, cuando digirió el duro aprendizaje, dejó de ser dura con ella misma porque, sencillamente, buscó lo que le faltaba, lo que se le habían escatimado. Y había sido lo suficientemente fuerte  inteligente para cambiar el rumbo de su vida. Una falsa por una real.

Se dio cuenta que para amar de verdad, de corazón, lo primero que necesitaba era estar en paz con ella misma, para después dar y recibir amor.

Dar y recibir. Tenía mucho por dar, y las puertas abiertas de forma consciente para recibir amor, cariño y comprensión.

Como dice el bolero: ”Tres cosas hay en la vida: SALUD, DINERO Y AMOR”. Los tibetanos dicen que hay un par de cosa más, pero esa es otra historia. A lo que vamos. A estas sabias palabras del viejo bolero, siempre me he preguntado si el orden en que lo cantan es el correcto. ¿Va antes el dinero que la salud?¿ el amor al dinero?¿ el amor a la salud?.

Está claro que si no tienes salud, poco puedes disfrutar del amor. Si tienes mucho dinero y poca salud, eso te ayuda, pero poco disfrutas de la vida, y menos del amor. Si tienes amor, pero ni un duro y una salud paupérrima, tampoco puedes disfrutar de la vida con tu compañero o compañera de viaje.
Aún estoy en ello.

Mientras tanto, “QUIEN TENGA ESAS TRES COSITAS, QUE LAS CUIDA, QUE LAS CUIDE”, trátate cómo lo que eres, una reina. O,un rey….





lunes, 12 de febrero de 2018

EL SOLDADO Y LA MEDALLA


El soldado volvió de la última misión que sus superiores le habían encomendado. Recibió órdenes y las cumplió, como el resto de sus compañeros. Y le dieron una medalla por lo bien cumplidas que fueron las órdenes. Le dijeron que por su valor.

Lo enviaron a lo que le dijeron que era una guerra, una revuelta que había que atajar. No debía cuestionarse nada más. Lo habían entrenado para eso: para recibir órdenes y cumplirlas. Quienes eran los buenos y quienes los malos. Le habían entrenado a no pensar.

Ya había estado en otras misiones. Esta no fue distinta. O quizá sí.

Fue a la guerra y mató gente, pegó, disparó a todo aquel que se interpusiera entre él y su grupo y su objetivo: avanzar. No importaba quien estuviera delante. Avanzar, matar, pegar. Sin distinguir. Todos eran el enemigo.

Lo que al soldado no le explican es que esa gente “mala” cuando quieren hacerle daño, se defiende. Y le hirieron.

Durante los días que estuvo fuera de su casa pasó hambre, frio, y vivió arracimado con el resto de sus compañeros de la soldadesca.

Pero, a su vuelta le dieron una medalla por lo bien se cumplió las órdenes, por haber matado, apaleado y golpeado, sin discriminación y sin cuestionar por qué lo hacía. Eran órdenes.

En las horas de relevo, entre incursión e incursión, bebía junto a sus compañeros para pasar los largos ratos muertos.

Todos reían y hacían chascarrillos con poca fortuna y menos gracia, a la que los demás aplaudían, cogiendo el relevo uno después de otro para ver quién la decía más grande, más gorda y más bestia.

Él, nuestro soldado el que más, no vaya a ser que se note que tiene dudas de la misión. No dice nada para que no le tilden de cobarde, traidor, o, lo peor: de un no patriota.

Sabía lo que les pasaba a los que hacían preguntas, por pocas que fueran. Con sólo una bastaba. Ya quedaba tachado de contaminado por el enemigo.

Él no quería eso. Le daba pavor. Pero, había matado, saqueado, goleado, humillado y pisoteado todo lo que se la había puesto delante en el cumplimiento de su deber.

¿Era ese su deber? Cuando se alistó no todo era prácticas de tiro; también asistió a  clases teóricas, teóricamente, donde le decían que la función de un soldado era la de defender a la gente, a la gente desprotegida, desarmada. El ataque era para los invasores, para proteger a ese país al que amaba y a su gente.

También podrían enviarle a misiones en el extranjero,  a defender los derechos de gente que, como personas indefensas, no podían defenderse por sí solas, o porque su opresor era mucha más fuerte. Para restablecerla paz en tiempos de guerra.

Él era un patriota, quería a su país; pero de esta última misión, la visión de un niño ensangrentado, tirado en el suelo, al que dejaron allí mismo, al que no socorrieron porque la columna debía avanzar.
Cuando dormía, se sobresaltaba con la imagen del niño y su sangre. Sangre que dejaba ver unas marcas de unos de sus vehículos todo terreno.

No podía cuestionar la bondad de las órdenes recibidas porque sería inmediatamente proscrito. No podía decirle a nadie que no entendía el motivo de la misión, porque le habría llamado traidor.
¿Traidor a qué? ¿A sus moral? ¿A sus ideales? ¿A lo que consideraba justo? ¿A cuestionar una órdenes injustas? Pero. A perder su trabajo.

Así que, durante los meses que estuvo fuera de casa, cumpliendo la misión, cada noche se retiraba al campamento improvisado, comió las gachas que le pusieron, bebió y rio las hazañas del día que los otros contaban.

Ya de vuelta de todo aquello, ya en casa, pensó que solo fue la lejanía de los suyos que le había  hizo tambalear. Pero, viendo a su familia, a sus hijos le vinieron extrañas ideas la cabeza. Extrañas por nuevas hasta entonces: ¿y su hubieran sido a sus hijos, a su mujer, a su perro, a los que hubieran hecho el menor daño? Bah! ¿Por qué iba a ocurrir eso? .Ellos no eran malos. Pero, podrían ser víctimas colaterales, de esas que entran en las estadísticas frías como témpanos en los despachos y en los noticieros, porque la columna debía avanzar.

Se es un mal soldado, y un mal patriota si te cuestionas por qué te envían a una guerra, de la que no sabes nada, de la que no conoces sus motivos, de la que no sabes por qué a la gente a la que vas a pisotear levanta un palo o cogen una piedra porque es lo único que tiene para defenderse. A veces, ni piedra, y solo juntan sus manos como una cadena para impedir el paso de soldados al grito de “somos gente de paz”, “somos gente como vosotros”.

Al soldado le dieron una medalla. Fue bien recompensado.









ME CANSÉ


Me caNsé. Me cansé de que me sangrara el alma y vendar las heridas de otros. De ocuparme, de preocuparme de que se curaran, de solucionar los problemas de los demás antes que los míos. O los pasaba por delante.

Me caNsé, sin esperar nada a cambio, sabiendo que luego me iría a mi rincón por los días que fuera necesarios, en soledad, conmigo misma, para curar mis heridas, mis tribulaciones. Me cansé, sin esperar que hubiera alguien dispuesto a escuchar mis tribulaciones, por no molestar, y porque sé que a pocos, muy pocos, están dispuestos a escuchar. En hacer ese pequeño esfuerzo.

Me caNsé de hacer de secretaria, de criada, de mecánico, de planchista, de manager, de hombro para llorar, de organizadora, de empujar para que las cosas salieran para adelante, de solucionar temas de otros. Antes que los míos. Después todo lo mío, y yo solita. En  realidad, hasta donde podía mermar por la batería muy baja.

Oh!. “Sí, esa chica tiene capacidad para eso y más”. Pero eso no da derecho a nadie a esperar que te lo hagan soluciones, enfoquen, limpien,…

Nadie quiere escuchar miserias humanas. Nunca fui a dada ello por ese motivo, Así que me caNsé de escuchar las de los demás.

Poner en orden mi vida, mis ideas, mis planes, mis proyectos, levantar un hogar, conlleva tiempo y esfuerzo. Así que me caNsé de dejarlo en segundo plano por mi tendencia a acudir al otro antes de acabar lo mío. Cuando se emplea en exceso, se usa y abusa de una palabra, ésta queda vacía de contenido y se prostituye.

Quién lo ha consentido: Yo.  ¿Por qué?: A parte de por una muy inculcada obligación del  ”deber” de hija, hermana, compañera, amiga, y todo los demás papeles en que nos desdoblamos muchas mujeres, los que me conocía y conocen utilizan el sistema de alejamiento temporal hasta que se me pasara la hartura, el agotamiento, el cansancio. Saben que estoy en mi rincón, y una vez pasó el pequeño huracán mental, vuelta al ataque.

Éste ME CANSÉ lleva un punto y final. No ha sido fácil ni cómodo llegar a esta conclusión. Me ha llevado muchas horas de mirarme al espejo, verme, y  mirar en mi interior y verme. Desaprender  poco a poco como quien cambia la piel de una serpiente que debe arrastrase por el suelo hasta encontrar algo pinchoso que le ayude a estirar de la piel muerta.

Y, ahora toca entrenar la mente, para cuando me vuelva a dar esa mezcla de entre innato- aprendido, distinga lo que impuesto por aprendizaje egoísta e interesado, y me quede solo con lo innato.

Así, que lo primero que ya puse en práctica es dejar de presentarme como voluntaria. Ésta técnica-estrategia tiene una consecuencia práctica: verás quien viene, quien se queda, quien estaba.

Hace tiempo que aprendí que es un error da consejos a quien no te los pide... Os diría más: puede ser perjudicial. De vez en cuando aún me queda el ramalazo. ¡Una que es dura de mollera!. Pues, a entrenarme más.

Así que dejo de presentarme para voluntaria en las guerras de los demás, salvo que me pidan ayuda. Y, en la medida que mis fueras y tiempo puedan, ahí me tendrá. Como siempre, pero de otra manera.
El respeto por uno mismo comienza en uno mismo. Y a quien no le guste, que busque en otro lado. De hecho, es lo mejor que un buen amigo puede hacer: que aprendan a ser responsable de sus actos, sus problemas, sus dubitas, sus desordenes, sus gestiones, y todo lo  demás, que no es poco.

Y si a ese alguien no le gusta, pues tal vez no debería estar aquí, pero ya sabe que no encontrará la “solucinadotodo”, “ocúpate tú, que sabes más”, desde un huevo frito a un tema judicial o legal.
Me caNsé, de esperar, de dar sin que me lo preguntaran (no podría nada a cambio, nunca), de olvidarme de mi vida, de que hay personas que pasan sus prioridades por encima de las demás. No lo critico.

Lo que digo es que no esperen más. Me caNsé.

Sigo curando mis heridas acurrucándome un rincón, sin molestar a nadie (porque nadie quiere ser molestado), y viviendo mi vida sin plenitud, porque cada vez que volvían a crecerme las alas, pasaba algo que me las cortaban.

Quien lo quiera ver limpio, que limpie. Quien quiera ver la nevera llena, que la llene. Quien quiere tener todas las gestiones al día y sin pagar prenda, que las haga; quien quiera montar un negocio que se remangue. Quien quiera solucionar sus problemas sentimentales, que vaya a un psicólogo o hable con quien deba, o tome una decisión por sí misma; quien quiera la ropa limpia, planchada y en el armario, que lave, planche y ordene. Eso es lo primer o que hay que ordenar: tu casa. Y, o lo hacen mismo, o pagas para que te lo hagan.

Quien necesite un community manager, una correctora lingüística, una enfermera, un a gestora fiscal, un abogado, una recadera, una limpiadora, una manitas arreglalotodo, que lo busque y que lo pague. ¡Caray! Lo curioso es que cuando lo han hecho han pagado. Pues, se acabó.

Mi espalda tiene un límite de carga sobrepasado hace tiempo. Me iba a terapia, me la arreglaba y otra vez.

Soy consciente de que sigo teniendo ciertas responsabilidades indelegables (ni tan solo compartidas), por cuestiones que no dependieron de mí, -digamos que heredadas-, pero de las que sí me toca el papel, pero que no esperen que vaya corriendo, llegue sin aliento y me lo cargue a las espaldas.
Nunca he chantajeado moralmente a nadie para que me solucione mi vida, para que cura las heridas. Ni lo he pedido, Pocas meces me he encontrado a alguien, pero solo por un ratito, porque es agotador ¿Verdad?.

Lo que parece es que este cuaderno de quejas que me ha salido, viene a concluir con lo que dijo un sabio o una sabía: primero cuídate de ti, ponte fuerte, vive la vida que realmente quieres, y solo así, podrás dar luz a los que te rodean. Y, ayuda o reconforta hasta el un tope en que no te dañe. Y, yo añado dos razones: primera, porque lo mejor que puedes hacer es enseñar a esa persona a que sepa caminar por la vida; y, la segunda, porque volveré a mi rincón a cargar la energía gastada, y me verán, y me dejarán en ese rincón hasta que salga otra vez.

Así que, vive tu vida, no jodas a los demás, deja algo de provecho en este mundo y, si tienes la suerte de alguien te regale una rosa, disfruta de ella, sabiendo que tiene espinas.

Y, de vez en cuando tiende la mano a alguien para que se levante. Ese día el Mundo será algo mejor.



miércoles, 7 de febrero de 2018

LA BOTA QUE TE PISA EL CUELLO


Da igual que la bota con la que te pise el cuello sea la derecha o la izquierda. Todos buscan lo mismo: tu miedo. Tu miedo a levantarte y comprobar que no tienen ninguna fuerza en ti más allá de la que tú le las. Tu miedo le da el poder a quien te domina. Tu miedo es su miedo a que te levantes.

En realidad tú eres tu propio enemigo. Libértate del miedo y ganarás tu libertad. Ah!, y ten claro una cosa; ningún opresor, dictador, manipulador, o lo que sea que acabe en or, te dará la libertad. Tendrás que ganarla tú.

No me refiero al miedo que aún pervive en nuestro hipotálamo (millones de años de evolución para tan poco), al que busca nuestra supervivencia cuando se para a beber en un rio, al que nos hace salir corriendo marcando velocidades de las que no creíamos ser capaces, en medio, de una estepa, por un ruido que nos alerta de que algo va mal o puede ir mal.

No soy psicóloga, (ni pretendo hacer de ello), ni paleontóloga, ni nada de eso; pero, permitidme una licencia: vamos a llamar a uno el miedo intrínseco, el de supervivencia, el “racional”, el “bueno”, porque nos hace seguir vivo.

Al otro, al que me vengo a referir, voy a llamarle el miedo “malo”, el que nos paraliza, el que nos esclaviza, el que hace de nosotros muñecos de guiñapo en manos de quien nos tiene, el llamado reverencial, el irracional, el miedo a ser nosotros mismos.

Con lo de irracional tampoco quiero entrar, ni que nadie lo entienda así, a las fobias. Nada más lejos de mi intención. Por dios!. Y, si así fuera, es que me habría equivocado mucho, muchísimo al volcar este pensamiento en palabras escritas para compartirlo con….quien quiera leerlo hasta el final.

El miedo malo, el que nos atenaza, es aquel al que le damos nuestra libertad a una figura que por medio de manipular nuestras creencias, o modelarlas, o hacérnoslas tragar a la fuerza, lleguemos a la irremisible conclusión de que nuestros movimientos, pensamientos, incluso nuestra respiración, le pertenecen.

Y, no es verdad. Entérate. Y lo repito, tu único enemigo eres tú mismo que le has cedido tu libertad.
La única fuerza con la que cuenta un opresor es la de que creas que él – o ella-, tiene el poder, y que no te puedes levantar, liberarte de eso por los siglos. Porque siempre ha sido así, O porque, a partir de ese momento, así será.

Los humanos somos tan idiotas que científicamente lo tenemos probado y comprobado con animales. Como si nosotros no lo fuéramos.

Existe una fábula en la que se explica que a un elefante, ya desde pequeño, en un circo, se le ató una de sus pequeñas patas a una cadena de hierro y ésta a una estaca bien clavada en el suelo. Al principio, el pequeño elefante tiraba y tiraba, pero sin conseguir soltarse. Era pequeño, débil y aún no tendría la increíble fuerza de un elefante adulto.

El elefante creció, se hizo adulto, y siguió encadenado noche i día a la cadena, ya más grande, que rodeaba su enorme pata, sujeta al suelo por una pica de hierro. Pero él desconocía de su fuerza, porque hacía años que había renunciado a liberarse, a buscar su libertad, sin ataduras.

Un día, un niño al que no le gustaban los animales encerrados en jaulas (aunque estas fueran imaginarias), se apiadó de él y desenclavó la pica de hierro. Le costó. Tuvo que hacer mucha fuerza tirando hacia arriba de eso trozo de hierro. Pero lo consiguió, porque no era más que un trozo de hierro contra la voluntad del muchacho de dejar libre al enorme elefante, que le miraba con ojos de resignación.

Satisfecho, el muchacho acarició la trompa del animal, y se fue. El elefante no se movió. Ni se movería.

El domador había conseguido su objetivo hacía años: hacer creer al animal que no había escapatoria posible, que no tenía fuerzas. ¡Santo Cielo!. El elefante no era consciente de su fuerza, ni ya adulto. Sometido, humillado y encarcelado por miedo.

Porque esa es la única arma de la que disponen los opresores, los maltratadores de todo tipo: el miedo.

Te lo repito, y si pudiera hacerlo, lo haría una y mil veces hasta que esa falaz creencia que te metieron en la mollera se hiciera añicos: su única fuerza es tu miedo. El opresor no te dará nunca la libertad. La libertad te la tienes que ganar tú, porque es tuya, porque es tu derecho. Pero, solo lo conseguirás cuando venzas a tu propio miedo.

Cuando deja de haber miedo, deja de haber esclavitud.

Da un paso al frente: verás que no te caes por ningún precipicio. Hay tierra firme bajo tus pies. Aléjate de los convencionalismos, haz lo que siempre has querido hacer: verás que no ardes en una hoguera.

Es, demás, una pesada carga. Lo sé. Todos hemos tenido miedo a algo o a alguien en algún momento de nuestra vida. Pero, si cortas la cuerda y la dejas caer, además de sentir un alivio inmenso, se sentirás liberado.

Porque la libertad personal, y estar liberado como ser humano –de prejuicios, por ejemplo-, tal vez sean dos cosas distintas. Una consecuencia inexorable de la primera. Cómo un árbol que primero debe crecer con una fuertes raíces, y luego extender sus ramas.

Ser libre y estar liberado puede que sean cuestiones distintas.

Y tú, ¿Qué crees?.




lunes, 5 de febrero de 2018

LAS LLAVES

Os voy a contar una historia particular, como cualquier otra, como hay muchas. Seguro que no os suena a nuevo porque, en el fondo, es una historia de pequeñas ambiciones humanas en la que alguno o varios de los protagonistas quiso imponer su propia ambición y visión del mundo, olvidando que no somos más que seres diminutos como un grano de arena.

Esta es la historia de un grupo de chicas jóvenes, ambicionas, e ilusionadas.  Sobretodo ilusión, el ingrediente mágico. Ignoro la medida de la ilusión de cada una de ellas, salvo la de una, la de quien contará esté pequeño grano de arena en un Mundo siempre cambiante y en movimiento; pero, grande como una montaña para quienes formaron parte de ese viaje, que ya nació con intuida fecha de caducidad (aunque en ese momento no lo supiéramos), porque es lo que ocurre cuando se unen ambiciones e intereses divergentes de cada una de los componentes del grupo, que el azar vino a unir durante un tiempo.

Después de una más que sobrada formación, en una época de nuestra Historia reciente, (y tan lejana  a la vez), en que todo parecía posible si te esforzabas, trabajabas y tenías cierto talento. No importaba los orígenes de cada una de nosotras, de qué familia provenía, si era más o menos acomodada, o trabajadora dependiendo de un sueldo. O, en qué ambiente había crecido: un hogar en armonía, desestructurado, envuelta y protegida o teniendo que luchar en mil batallas que no le deberían haber correspondido.

En ese momento, cuando tres jóvenes deciden montar su propio despacho de abogados, todas habías llegado al ilusorio mismo escalafón por formación, educación y titulación. Ilusorio porque cada una de nosotras, ese pequeño grano de arena que somos, es un mundo en pequeño para cada persona; y cada una de nosotras venía con su mochila de lo que quería, lo que pretendía y cómo conseguirlo. Normal, es la naturaleza humana. Pero, nos unía un proyecto de vida en común. Profesional, sí, pero de vida, porque no hay otro modo de entenderlo para que la criatura nazca, crezca, se desarrolle fuerte, y acabe caminando sola. Un proyecto vital.

Un proyecto vital común, dentro de cada uno de nuestros particulares universos.

Un proyecto que nació marcado por su finitud debido a esa misma confluencia enriquecedora. Tal vez podría definirlo como el lado oscuro que todos llevamos. Esa divergencia en la dirección que debía tomar vino de la mano de las diferentes ambiciones e intereses personales  de varios de sus componentes.  En ocasiones por acción; en muchas, por omisión.

¿Dónde estuvo ese inicio del final?. En la entrada de una cuarta persona. Éramos tres, número mágico. Y, quien sabe si en un universo paralelos seguimos siendo, porque las que se callaron o admitieron a la cuarta persona tuvieron una posición más activa, y por encima de la pequeñez de cada una en favor del todo.

Tal vez debió ser así.

Desde el principio fui la voz discordante. Así me sentí, y me hicieron sentir. No me duele decirlo. Ya no. Ya pasó esa eternidad de tiempo humano. Aunque, tal vez duela que lo diga. Quién sabe.

Puede que esos mismos intereses y en devenir interior por caminos tan dispares de cada una de nosotras haya hecho que se comparta esta visión. Eso estaría bien, sería comprensible, más que aceptable.

Lo que no acepté, no acepto ni aceptaré nunca, es lo que percibía. Un “en el fondo estoy de acuerdo contigo, pero no digo nada porque no me interesa, no me conviene, no es mi guerra y estoy más ocupada en otras cosas”, o “estoy de acuerdo, pero quémate tú”.

Pasar del 3 al 4 fue la célula cancerígena que entró para, poco a poco, crecer, acabando por disponer 1 sobre 3.

Años después, me tocó a mí entrar en mi travesía del desierto particular, que me llevó a la difícil y dolorosa decisión del “hasta aquí he legado”.

Como todo en esta vida,-en el trozo que nos toca estar-, todo depende cómo se trate, como se haga, cómo se enfoque.

En mi caso, lo peor después de todos los años de bregar con las dificultades que nos encontramos, de nervios, de muchas horas pasadas en esas cuatro paredes, lo peor no fue decir adiós. Sino que me abrieran la puerta. Y, quien consideraba más cercana a mí, me pidió la entrega de las llaves, no fuera que entrada a robar los secretos del Vaticano o de Ford Knox.

Tenía claro que había roto la baraja. Que me había levantado de la mesa de juego y que la partida, más pronto que tarde acabaría con cada jugadora tomando su propio y autentico rumbo. El que ya estaba dibujado en el tapete de la mesa y que ninguna de ellas, hasta ese momento, admitía, al menos en público. Y, así fue.

Todo tiene un tiempo y un momento. Ese momento puede ser de 1 año, 10 años, o todo lo que nos lleve la vida en este mundo.

Una espinita quedó clavada, para mayor sorpresa y despiste mío. A la más cercana a mí de las otras 3 le hice o dije algo, que aún hoy en que escribo estas líneas, desconozco, y que me hacía aparecer a sus ojos poco menos que apestada, o persona non grata.

No, no trato de cerrar ningún circulo. Está cerrado. ¿O no?. Lo curioso es que sí lo pensara la persona  a la que no sé qué hice si es que hice algo que la molestara hasta tal punto. Ni el día en que, años después la visité.

Ilusa intención la mía. Mi corazón fue a escuchar ese motivo, razón suya o lo que fuera. Sin más pretensiones que saludar. Ni así.

Bien, a nadie se puede obligar a que diga o haga algo que no quiere. Habló de todo menos de lo que fuera que hice, que no sé lo que hice. Pero, seguía transmitiendo el rechazo de años atrás.
Más o menos he ido siguiendo sus avatares, en la medida en que he podido y se han comunicado. Y, lo que puedo decir en positivo, es que desde el momento en que me fui, en que rompí la baraja, aquello pareció más el efecto dominó que hacía falta, tal vez.

farewell my freinds!.

PS: Lo hasta aquí descrito, es mi opinión, mejor o peor expresada, de una etapa vivida.  No pretendo en modo alguno molestar a nadie. Bueno, a parte del hecho que ya molesté haciendo

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