viernes, 1 de mayo de 2020

ESCLAVITUD MODERNA






El procedimiento para formular conclusiones o leyes de funcionamiento (ya sea en física, astrofísica o en sociología) empieza, necesariamente, con la observación. En un análisis particular de la evolución de la sociedad en los últimos, pongamos, treinta años, los cambios has sido demoledores, vertiginosos e impensables, pero tozudamente conducentes a un mismo objetivo: el control de la sociedad.

Cuando el filósofo griego Heráclito (540 a.C.-480 a.C.), formuló su ley de la evolución constante, “todo fluye, todo cambia y nada permanece”, en mi modesta opinión no creo que se refiriera a la construcción de un paradigmático mundo feliz a la medida de una élite dominante (Huxley, 1894-1963), sino en la personal y, por ende, de la sociedad, hacia una mayor madurez, respeto hacía tus conciudadanos y hacía el entorno donde se habita.

Permítame el lector una breve anécdota antes de proseguir con este artículo de opinión. Era estudiante de Derecho y volvía en tren para pasar en casa el fin de semana. El vagón lleno de pasajeros sentados en los asientos de escay, algunos agujereados, frio o enganchoso según la época del año. Un par de asientos más adelante del que yo ocupaba, un joven estaba explicando su vida como militar. Boina verde, dijo. Su tono era alto y contundente: “¿os creéis que controláis algo?. Todas estas libertades, manifestaciones en reclamación de derechos, se acabarán cuando ellos quieran”.

En la actualidad, inmersos en una crisis económica y de valores sin precedentes, se ha desvanecido esa falsa sensación de libertad. Habíamos hipotecado nuestras alas de la verdadera libertad como individuos a cambio de las promesas de falsos profetas, y de una falsa comodidad en nuestras vidas.
Cuando un imperio o sistema cae o llega a su colapso, deviene el caos por un cierto tiempo. Es una de sus primeras consecuencias, en esta ocasión muy medida y planificada desde hace décadas por aquellos que detentan realmente el poder. Hasta ahora, nos habían hecho creer que a este sistema caduco se le estaba cosiendo parches en sus harapos.

En esta nueva crisis los enemigos no son hordas de guerreros bárbaros. El enemigo es invisible.

Heráclito también dijo que “la guerra es la madre de todas las cosas”, en un proceso eterno de cambio para que todo se mantenga igual. Los imperios, los gobiernos, los poderes, las élites gobernantes necesitan de un nacimiento y destrucción constante para perpetuarse. Siempre necesitan de un contrario, de un enemigo para justificar su propia existencia.

Se habla del Nuevo Orden Mundial, donde le nuevo sistema (como siempre), afloja la cuerda invisible con la que ata a todos sus súbditos (no ciudadanos) alrededor del cuello y que aprietan o aflojan según convengan, con lo que la masa sigue anestesiada, conformista y sin revelarse, crisis tras crisis, en un proceso imparable de involución.

Y, ¿qué mejor manera de ejercer un control mundial que “luchar” contra un enemigo invisible?. Un control ejercido por el miedo.

Nada nuevo. Maquiavelo (1469-1527), en su obra “El Príncipe”, aconseja al Lorenzo II de Médici que, para mantenerse en el poder, sus súbditos le debían tener, no querer. El miedo paraliza cualquier acto de rebeldía.

El sistema, siempre piramidal, necesita esclavos. Es la esclavitud moderna. A cualquier sistema le resulta más rentable tener “ciudadanos” en vez de “súbditos”, “hombres libres” con derechos y libertades sobre el papel, que esclavos como clase social, mejor dicho, la no clase. Se ha construido una sociedad individualista  y egocéntrica, preocupada más por el tener que por el ser, por el aparentar que por la integridad.

La agenda política tiene un punto clave para conseguir los fines que se ha propuesto: control. Todo lo que está sucediendo de forma periódica y metódica es para reducir en cada crisis derechos y libertades del gran rebaño mundial. Donde la disidencia (como contrapoder) está controlada y auspiciada por el mismo poder.

El día en que cambió el mundo que conocimos, donde nos sentíamos seguros por su reflejo de falsa inmutabilidad, aparece la incertidumbre, controlada y dirigida por la élite gobernante.

Preocupados por un futuro incierto, pero obedientes ciudadanos confinados, manipulados, ya no subliminalmente sino con todo descaro, con un avalancha de información, (unas contradictorias a otras) que nuestro cerebro no puedo procesar para separar la paja del grano.

Nos acostumbramos a todo, inclusos a un confinamiento impuesto, pero voluntario por el bien común, que más se asemeja a un arresto domiciliario. Cambiamos nuestro ritmo de vida alocado, donde no había tiempo para nada ni para nadie, por otro tiempo ralentizado para estar con tu familia y hacer esas cosas que antes no podías hacer. Ninguna de las dos posiciones es sí mismas  son malas, salvo por el hecho que el producto eres tú, moldeado en la escuela y la universidad. Vivimos al ritmo que nos marca el amo.

Surgen propósitos de enmienda, de volver la vista a los valores básicos e inmutables en los siglos, los que anclan a todo ser humano a la Tierra. No valorábamos lo que teníamos. Los valores de respecto al prójimo, de ayuda mutua, de saber que se forma parte de un colectivo, de respetar tu entorno, dentro de una filosofía naturalista no tiene en cuenta las banderas, las creencias religiosas, etc.

¿Cuántos mantendrán ese propósito cuándo vuelvan a estar sentados en la terraza de un bar? Muchos vamos por esta senda, otros se unirán; la mayoría adoctrinada, me temo, quedará encandilada por las baratijas que brillan al sol, a cambio de quedar despojados de lo que realmente tenían de valor.

Desconocemos la fuerza que tenemos todos los que formamos su base, imbuidos por sentimiento de miedo arraigado, de discrepancias entre nosotros mismos, alentados por falsa promesas de cambio.
Quiero acabar con una idea y una pregunta:

La idea: cuando dejas de tener miedo, vuelves a recuperar tu libertad, que habías cedido, perdiendo el gobernando el control sumiso.

La pregunta: ¿te has preguntado alguna vez qué pasaría si se quitase algunas de las piedras que sustentan la base de la pirámide?.




* Artículo publicado en el núm. 2 de la Revista Identidad, https://bit.ly/2YuceXo en la que tengo el gusto de colaborar. Quien me conozca se puede sorprender de que colabore una revista con una línea marcadamente conservadora. La razón es sencilla: el respeto a la libertad de pensamiento y de opinión, y la convergencia en el sustrato de valores que compartimos, si bien, a veces partiendo de premisas diferentes. El editor, conocedor de mi manera de pensar, me invitó a participar sin ningún tipo de censura en mis colaboraciones. La grandeza del respecto mutuo a la diferencia de pensamiento, creencias religiosas, ideas políticas o posicionamiento ante la vida, sin imposición de una a otra, es algo de un inconmensurable valor en sí mismo,


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