sábado, 20 de octubre de 2018

LOS OLVIDADOS DE BALER


 1 de julio de 1898. Filipinas. Isla de Luzón. Pueblo de Baler.

Los soldados que formaban el destacamento del ejército español (un capitán, dos tenientes,  un oficial médico y entre 46/51 soldados según las fuentes) se atrincheran dentro de la Iglesia ante el ataque de los rebeldes zagalos.

13 de agosto de 1898. París. Firma del Tratado de capitulación del España, por el que cede a los Estados Unidos Filipinas, Cuba y Puerto Rico.

2 de junio de 1899. Iglesia de San Luís de Tolosa (Baler).

El único oficial superviviente firma la rendición, después de 337 días de asedio/resistencia/beriberi/disentería/deserciones/y dos fusilamientos por deserción, ante las autoridades filipinas, al “creerse” la veracidad de la noticia. Salen junto a él 33 harapientos soldados.

Tras la muerte del capitán, es el teniente Martín Cerezo quien asumió el mando, y mantuvo la defensa de las míseras cuatro paredes porque era territorio del imperio español- o lo que quedaba de él-, manteniendo una férrea disciplina a la espera de la llegada de refuerzos.

Todas las noticias de la rendición del Gobierno de la metrópoli de Madrid eran meras artimañas para que depusieran las armas. Ni en prensa escrita ni emisarios. Todo falso.

Las crónicas cuentan que hasta en 5 intentos, aunque sólo él último de ellos por parte del gobierno de Madrid, que hasta entonces no había hecho ni dicho nada.

Irónicamente, el teniente capituló al ver una pequeña reseña de una noticia en el último de los periódicos que les dejaron a las puertas de la iglesia. La noticia era la del traslado de un compañero suyo a Málaga. Todo lo demás hasta entonces, era o podía ser falso.

1 de abril de 1899. Entrada en vigor del Tratado de París. Los filipinos, antes abastecidos por el gobierno de EEUU, ahora luchan contra él. España había vendido 20 millones de pesetas lo que era su territorio colonial de las Islas.

El  precio del patriotismo de la época era de 15.000 reales (lo que equivaldría a 1.500-2.000 ptas. o 250-300 € actuales) y un sustituto. Dinero, (mucho para la época), y otro pobre desgraciado para fuera como soldado. Era el precio que el gobierno español puso para que el llamado a filas pudiera eludir su “compromiso” con la patria y su imperio decadente, miope, inoperante e incompetente. Por eso todos los soldados, el ejército (salvo los oficiales de carrera militar), la formaron pobres y analfabetos, lo que viene a ser la mayoría de la gente.

Se conservan muchas cartas enviadas desde las Colonias de ultramar, incluso algunas del grupo de soldados de Baler. Todas con la misma letra. Solía ser un oficial o el médico quien les escribía las cartas a las familias de muchachos que habían pasado de jornalero a soldados sin saber muy bien cómo – la alternativa era mucho peor-, y todo lo que sabían del mundo era que los habían metido en un barco y los habían dejado en medio de una espesa foresta.

Así salieron los “Últimos de Filipinas”: con honores por parte del gobierno republicano recien instaurado en Manila, y el olvido del español.

Todo lo hasta aquí contado son los hechos y datos históricos registrados.

Esta pequeña historia es más conocida como “los últimos de Filipinas”, y mucho tiempo después utilizada para ejemplificar el patriotismo español mucho después de dejar de ser potencia colonial. Incluso hay quien la tilda de ejemplar página bélica española.

Nunca fueron héroes, ni se les trató como tal por parte de esa patria que los olvidó en vida y utilizó su historia, maquillándola convenientemente, como suele ocurrir, para henchir un espíritu patriótico, cuando no queda nada más que una exasperante obcecación.

Eran hombres simples y sencillos obligados a ir a una guerra de la que ni sabían su nombre.









No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿ESTÁN EN PELIGRO NUESTROS DERECHOS FUNDAMENTALES?

Cuando el Presidente del Gobierno anunció la entraba en vigor el Real Decreto 463/2020, por el que se decretaba el estado alarma, a partir...